miércoles, 21 de septiembre de 2011
De mareos y confusión
Me encontraba tal vez en una escuela a la que asistía cuando niño. Quiero pensar que era la primaria Venustiano Carranza, en la ciudad de Monterrey. Pero en esta ocasión yo era el responsable de darle mantenimiento al edificio. Al menos eso fue lo que pensé, pues me empeñaba en arreglar unas lámparas instaladas en un espacio con alto grado de dificultad. Lo curioso en este caso es que padecí de vértigo, y hasta en el mismo sueño me asombré de esta situación. No podía creer que una persona tan aventurera en todos los extremos, como era mi caso, ahora me aterrara ver el suelo desde una altura de seis metros. Era algo difícil de creer, pero estaba sucediendo. Fue tanto mi malestar que fui a recostarme un momento en mi área de descanso. Creo que ahí también vivía. Mi pretexto fue decir que no podía trabajar mientras hubiera alumnos en el plantel, cuando en realidad eran las alturas las que me provocaban náuseas. Ya en mi cuarto, recuerdo haber compartido una plática con Vicky, una adolescente que fue compañera laboral, y a quien estimo enormemente. No sé de qué charlábamos, pero me hacía recordar mucho a una persona, a la que de igual manera, quise en su momento, pero por cuestiones de generación, o de edades, mejor dicho, pues no se pudo llegar a nada. Le hablaba a Vicky con tanta amabilidad y dulzura, que hasta ha de haber creído que quería ocupar el puesto de su señor padre. No recuerdo haber sentido atracción hacia ella, sólo ternura y protección.
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